martes, 16 de junio de 2015

Sáhara en el corazón.

EL HONOR DE LOS HERIDOS
    
Dedicado a la honrosa lucha del pueblo saharaui y a cuantos otros pueblos fueron heridos y maltratados por la mano de los poderosos. Como en una maldición bíblica, los españoles nos hicimos responsables de la espada de fuego que les negaba el retorno:
     Expulsó al hombre; y al este del jardín del Edén puso ángeles, con una espada encendida que giraba en todas las direcciones, para guardar el camino del árbol de la vida. (Génesis, 3:24)



No olvides nunca la espada de fuego,
el alambre ardiente de la muralla,
la infame cicatriz, la oscura raya
que rasga los caminos del desierto.

Recuerda pagar cada grano reseco
de arena y -al precio del oro- el agua
que llores por cada gota que extraigas
de los hondos abismos del infierno.

Recuerda que te impuse un cielo
tan alto que no alzaras la mirada
y el horizonte alejó la distancia
que separa las almas de los cuerpos.

Recuerda que fui tu ángel perverso,
que te di una incompetente madrastra,
que te explusé del mar y hollé tu casa
y anegué los caminos del destierro.

                  ***

A cambio, hijo mío, te di el orgullo,
porque no renunciaras a tu altura.
Recuérdalo siempre, la tierra es tuya;
el aire, el fuego y el honor son tuyos.









ERRANTES

  Víctimas, que no vencidos,
errantes, pero no esclavos;
como equipaje, la afrenta;
la tierra como pecado;
la soberbia, como casa;
la impotencia como manos:

  Había hierba, y un cielo
conocido y estrellado,
un camino, unas raíces,
una sombra, un viejo árbol.
Y yo era el tronco y las ramas,
yo era las hojas y el barro,
la corteza y esa savia
con que yo fui maleado
por el viento y por los ríos;
dime, aquí fui empujado,
dime, otra luz, más estrellas,
otras aguas y remansos,
el brillo de otros metales;
dime, aquí fui marcado
por una puerta cerrada,
cada mañana, un atávico
frío por cada rutina;
dime, aquí fui marcado,
mancillado entre las cejas,
aprisionados los labios.

Siempre una puerta en mis ojos.
Y en cada puerta, un candado.
Y en cada puerta, un guardián.
Dime, aquí fui expatriado.

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